lunes, 16 de diciembre de 2013

La traducción de elementos culturales en contextos especializados

Hace algunos días, surgió un debate en Twitter entre varios traductores (incluida una servidora) acerca de la traducción —o, mejor dicho, de la no traducción— de palabras de origen extranjero en ciertos ámbitos; en este caso particular, se trataba de la aparición en un folleto publicitario de una pastelería de extranjerismos tales como cupcakes, muffins y bagels.

Cualquiera que me conozca, no solo de forma profesional, sino también personal, sabrá que estoy bastante chapada a la antigua en lo que se refiere a la aceptación de extranjerismos en la lengua española e incluso —¡oh, sacrilegio!— soy firme defensora de la RAE en la mayoría de sus decisiones sobre este aspecto (¡por favor, no me peguéis!). Sin embargo, para sorpresa de muchos, en este debate en Twitter era yo la única que defendía la necesidad (sí, la necesidad) de que esos términos conservaran su forma inglesa (frente a posibles «traducciones» como «pastelitos» o «magdalenas») dentro de ese contexto. ¿Y por qué? Por algo mucho más importante que la pureza lingüística: su componente cultural. Cabe recalcar que la pastelería en cuestión estaba especializada en repostería estadounidense.

Probablemente, si habláramos de traducción literaria o audiovisual, se habría optado por otra solución bien distinta, que sería la más acertada. Pero un buen traductor debe saber adaptarse al contexto y al ámbito para el que traduce, y no es lo mismo traducir una novela que un folleto publicitario o un texto institucional. Cada uno de estos ámbitos trata los elementos culturales de forma bien distinta y adecuada para su fin. No voy a hablar de las clásicas técnicas de traducción de culturemas que todos hemos estudiado en la universidad ni voy a tratar la traducción literaria, pues es un ámbito tan amplio que sus soluciones ante esta cuestión son prácticamente infinitas, sino que analizaré la forma más habitual de tratar estos elementos culturales en distintas especialidades de la traducción.

Marketing y publicidad


Una de las respuestas ante mi defensa de los extranjerismos en el dichoso folleto repostero fue la siguiente: «Eso de poner palabras extranjeras es puro marketing». ¡Como si el marketing fuera algo malo! Es evidente que la función de un impreso publicitario es exclusivamente el marketing: no pretende entretenernos ni emocionarnos ni enseñarnos algo nuevo; su único propósito es puramente comercial. Y una de las reglas de oro en marketing es siempre hablar el idioma del mercado. Voy a seguir con el ejemplo de la pastelería, pero esto se podría aplicar a cualquier bien o servicio extranjero que se quiera vender en España.

Imaginaos que os encanta la repostería estadounidense y abrís una pastelería en la que vendéis dulces típicamente norteamericanos. Por supuesto, el local estará decorado al más puro estilo estadounidense, posiblemente con objetos traídos de aquel país, ya que querréis que vuestros clientes se sientan como si estuvieran visitando la pastelería más de moda de Nueva York. En este negocio, la cultura es un factor fundamental. ¿Vendéis lo mismo que una pastelería tradicional en la que puedes comprar magdalenas, buñuelos y huesos de santo? Es evidente que no. Y no solo porque quede mejor decir muffin que magdalena, sino porque se trata de productos distintos. Puede que en otro contexto no importe que la protagonista de una película se esté comiendo un pastelito en vez de un cupcake (de hecho, será de agradecer, porque dudo mucho que mi madre comprenda qué es lo que se está llevando a la boca esa señora), pero aquí es fundamental que tus futuros clientes, que buscarán un lugar donde imitar a las de Sexo en Nueva York y zamparse con toda la delicadeza del mundo un cupcake con glaseado rosa, sepan que no vendes pastelitos de colores cualesquiera, sino cupcakes. Si el público te pregunta en un idioma, respóndele en esa misma lengua; si no lo haces, se irá a otro lugar en el que sí le comprendan.

Igual que en un restaurante japonés comemos sushi (y no pescado crudo con arroz) y en un restaurante italiano pedimos tiramisú (no dulce de café), o desde las agencias de viajes se nos invita a visitar Múnich durante la Oktoberfest (y no la fiesta de la cerveza del mes de octubre), cuando se pretende vender un producto con fuertes raíces en una determinada cultura, esa cultura hay que respetarla de forma rigurosa, pues es precisamente eso, cultura, lo que estás vendiendo. Ahora bien, hay que adecuar la traducción a la cultura de llegada: puede que la totalidad del público objetivo de esta pastelería sepa lo que es un muffin, pero podéis dar por hecho que la mayoría de los clientes que acuden por primera vez al local de una cadena de comida rápida oriental que acaba de llegar a España desconocerá lo que es un pad thai, la salsa satay o el teppanyaki. Ah, ¿quién dijo que la traducción publicitaria era fácil?

Traducción científico-técnica


En un principio puede parecer que todo texto científico está exento de elementos culturales.Y, si bien es cierto que la naturaleza de estos textos no es tan propensa a culturemas como otros —al fin y al cabo, la ciencia es algo exacto y universal, ¿verdad?—, son los elementos estructurales los que marcan la diferencia entre distintas culturas. No hay ejemplo más claro que el de las citas bibliográficas, elemento omnipresente en cualquier documento de carácter científico: existen multitud de formas de hacerlas constar, pero cada país —cada cultura— suele utilizar una concreta, la más habitual. Si la estructura de las citas bibliográficas en la lengua de partida es distinta a la de la lengua de llegada, nuestro trabajo como traductores es adaptarla a nuestra cultura y utilizar el modelo de cita bibliográfica más habitual para nosotros.

También encontramos presencia de elementos culturales en la macroestructura del texto (las distintas divisiones de un texto científico) o la sintaxis de la oración (por ejemplo, la presencia constante de pasivas en los textos científicos en inglés). En traducción científica, todos estos elementos culturales se deben adaptar a la lengua de llegada, pues en este contexto, a diferencia de la traducción publicitaria, no es necesario mantenerlos para conseguir el objetivo que pretende el texto original.

Traducción institucional


En el caso de la traducción institucional, es muy habitual encontrar elementos culturales por doquier, en particular en forma de nombres de instituciones, topónimos, cargos políticos, divisiones administrativas, etc. Y su traducción siempre supone un gran dilema, pues, por ejemplo, una traducción literal no es siempre el equivalente más cercano (el famoso caso de los Secretaries). Vamos a ver qué se suele hacer.

En contextos en los que existen relaciones institucionales habituales entre el país de la lengua de partida y el de la lengua de llegada —por ejemplo, dentro de la Unión Europea o la mayoría de los países europeos con Estados Unidos, o en organismos internacionales como la ONU— se han acuñado traducciones establecidas para ciertos organismos, instituciones o partidos políticos. Es decir, esos elementos culturales cuentan con una traducción «oficial» (la oficialidad se la proporciona su presencia en documentos institucionales) en la lengua de llegada que se suele respetar; por ejemplo, nos encontramos con los casos de la Unión Demócrata Cristiana de Angela Merkel, la Secretaría de Estado de los EE. UU. o los departamentos en los que está dividido el territorio francés. Este tipo de traducciones acuñadas suelen destacar por su literalidad: son traducciones literales en las que no se ha tenido en cuenta su adaptación a la cultura meta. Es cierto que el partido de derechas mayoritario en Alemania correspondería a lo que aquí es el Partido Popular, que la Secretaría de Estado es algo radicalmente distinto en España y que aquí no nos dividimos en departamentos, sino en provincias. Sin embargo, en traducción institucional no se puede optar por la equivalencia cultural y se tenderá a una traducción lo más literal posible.

Por otro lado, en textos dentro del ámbito institucional pero de carácter menos oficial (por ejemplo, artículos políticos o notas de prensa), se suele tender a la equivalencia funcional, es decir, a la creación de un término neutro que «no traicione» a ninguna de las dos partes. Esto sucede, por ejemplo, con los Departments del Reino Unido, que no son más que ministerios, y los que se encuentran a la cabeza de estos, que allí llaman Secretary of State y que aquí conocemos como ministros. La diferencia entre un Department y un Ministry en el Reino Unido es prácticamente inexistente (por favor, si hay algún experto en política británica en la sala, que me corrija), solo que allí solo llaman «Ministry» al de Defensa y al de Justicia, mientras que los demás son «Departaments». En textos de carácter menos oficial, lo habitual será optar por una denominación descriptiva, ya que el fin de estos documentos suele ser informativo; de este modo, el Department for Environment, Food and Rural Affairs pasará a ser el Ministerio de Medioambiente, Alimentación y Asuntos Rurales: no lo convertimos en su equivalente aproximado español (que sería el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente), pero sí en un organismo cuya función se comprende a la perfección en la lengua de llegada.

Traducción jurídica


He dejado la traducción jurídica en último lugar porque es la más compleja de todas y su análisis detallado daría para un tesis doctoral. Y es que creo que no existe nada más cultural en todo el mundo que el sistema jurídico de un país. Por algo un abogado colegiado en un país determinado solo puede ejercer en su nación y no en ninguna otra.

Las diferencias son especialmente acusadas entre países con sistemas jurídicos radicalmente distintos. Si bien en España, en toda Europa continental y en la mayor parte de Sudamérica, Centroamérica y Asia nos regimos por el derecho continental europeo o romano francés, en los países anglosajones tienen lo que ellos llaman common law, es decir, el derecho anglosajón. Y esto, señores, hablando claro, es un grano en el culo, básicamente porque es un sistema jurídico que no se parece en nada al sistema jurídico que conocemos en España, ni en cuanto a cargos jurídicos ni en cuanto a la fuente de la ley. Pongamos un sencillo ejemplo que todos entenderéis: mientras que un magistrado en España es un juez de categoría superior, en el derecho anglosajón es el escalón más bajo en el sistema jurídico. Y no solo pasa con los magistrados, sino con un montón de cargos y divisiones del sistema jurídico. Aquí la traducción literal no funciona, porque podemos armar un Cristo importante.

En estos casos, una buena solución es optar por dejar estos cargos o divisiones jurídicas sin traducir, puesto que no tienen equivalente en el sistema jurídico español y su traducción literal daría lugar a confusión. La regla de oro es que si no tiene equivalente exacto ni traducción acuñada, no lo traduzcas. Si lo consideras necesario, siempre puedes añadir una nota del traductor para explicar lo que creas oportuno.

Por supuesto, en otros ámbitos del derecho sí que es habitual que existan traducciones acuñadas, sobre todo de leyes. Por poner un ejemplo, the Companies Act, término habitual en cualquier traducción de derecho mercantil, se traduce por Ley de Sociedades Británica (término que, además, se entiende perfectamente en España por su similitud con nuestra Ley de Sociedades).

Se admiten —no, ¡se agradecen!— observaciones, comentarios, opiniones, correcciones y distintos puntos de vista. Al fin y al cabo, la traducción no es una ciencia exacta y existen multitud de formas de abordar el tratamiento de elementos culturales. ¿Cuál es la vuestra?

domingo, 8 de diciembre de 2013

Plantilla de factura y libro registro para traductores autónomos en Excel

Había prometido esta entrada hace ya un tiempo, pero ya sabéis cómo es la vida del traductor: cuando te viene todo el trabajo de golpe, no existe nada más. Pero no tengo este blog para hablar de mí —a pesar de que algunos me digan que puedo usarlo de promoción y para relatar mis aventuras y lo que he traducido o dejado de traducir, pero supongo que el autobombo no es lo mío y no creo que a nadie le interese—, sino de cosas útiles. Y no hay nada más útil para los traductores noveles que algo que les facilite la facturación y la contabilidad, dos palabras que causan pánico nada más oírlas. Por eso he preparado para mis lectores dos plantillas de Excel completas y de muy fácil uso, que comparto con vosotros para que podáis personalizarlas y utilizarlas con vuestros clientes y para llevar vuestra contabilidad.

La primera es una plantilla de factura bilingüe, que os podéis descargar mediante este enlace de Dropbox.

Para empezar, tenéis que introducir vuestros datos personales en la parte superior izquierda. He incluido prácticamente toda la información que os van a exigir vuestros clientes, pero si consideráis que algunos no os van a hacer falta, siempre podéis eliminarlos. Además, hay un hueco en la parte superior derecha para que podáis incluir vuestro logotipo. También podéis personalizar el color del texto (o incluso el tipo de fuente) o del sombreado de las celdas para que se ajusten a vuestros colores de marca. Por último, en la parte inferior de la factura hay una sección para que introduzcáis los datos bancarios y de Paypal o Moneybookers, y que así os puedan pagar (no es tontería, a muchos se les olvida).

Cuando vayáis a preparar la factura de un trabajo realizado, lo primero que tenéis que hacer es introducir el número de factura. Este número debe ser único, es decir, no lo podréis repetir en facturas posteriores. Eso sí, nada os obliga a que la primera factura sea la número 1 y las demás vayan en un orden numérico estricto; muchos numeramos nuestras facturas por fecha: por ejemplo, la primera factura de 2014 sería 2014001, o 20140101 (la factura número 1 de enero de 2014), etc.

A continuación tenéis que poner los datos del cliente; normalmente será el cliente el que os los facilite. Si son clientes de la Unión Europea con número de operador intracomunitario, no os olvidéis de ponerlo igualmente, como haríamos con el NIF si fuera un cliente español: es muy importante para que no tengamos que cobrarles IVA. Una vez introducida la fecha de facturación, ya podemos rellenar los datos correspondientes a los trabajos realizados.

Tan solo tendremos que introducir datos en algunos campos —concepto, tarifa (por palabra o por hora) y unidades (es decir, número de palabras o número de horas)— pues el resto se rellenarán de forma automática con el tipo de IVA y la retención de IRPF actuales. En caso de que a un cliente no debamos aplicarle IVA o no nos retenga IRPF, nos bastará con introducir un cero en la celda correspondiente y el total se calculará de nuevo automáticamente. Podemos acumular varios trabajos en una misma factura y la suma correspondiente al total de todos los trabajos figurará en la fila sombreada. ¡Listo! ¿A que era muy fácil? Ahora solo hay que guardarla en formato .pdf y la podéis enviar a vuestro cliente.

La segunda plantilla es un libro registro con el que llevar la contabilidad y registrar las facturas que emitís y que recibís y que os podéis descargar aquí. Esto es imprescindible a la hora de hacer las declaraciones de la renta y del IVA, así como para presentarlo en caso de que la Agencia Tributaria desee inspeccionaros.

Cada factura que emitís o que recibís (es decir, vuestros ingresos y vuestros gastos relacionados con la actividad laboral), tenéis que registrarla en un libro de cuentas. Al igual que la factura, este calcula algunos campos de forma automática. En el caso de los ingresos, es decir, de las facturas que habéis emitido, debéis introducir el número de factura, la fecha de facturación, el nombre del cliente y su NIF, la base imponible (el subtotal de la factura, antes de sumar y restar IVA e IRPF), el porcentaje de IVA aplicado (actualmente, el 21 %, aunque también puede ser cero) y el porcentaje de retención del IRPF (que puede ser del 21 % o de cero). El resto de campos se completarán de forma automática.

En el caso de los gastos, es decir, de las facturas que recibís para justificarlos, el procedimiento es el mismo, o incluso más sencillo. Debéis introducir el número de factura que figure en esta, la fecha de facturación, el concepto (por ejemplo, la tienda en que comprasteis ese artículo), la base imponible y el porcentaje de IVA aplicado (que varía según el tipo de bien adquirido o de servicio prestado).

De este modo, a la hora de hacer las distintas declaraciones, no tendréis que volver a mirar entre vuestras facturas, pues en este libro las tendréis todas registradas. También podéis evitar tener que sumar todas las cantidades con calculadora una a una gracias a Excel: solo tenéis que seleccionar las celdas con las cantidades que deseéis sumar y en la parte inferior de la pantalla os aparece la suma de todas las celdas. ¡Si es que la informática está para facilitarnos la vida, no para complicárnosla!

martes, 15 de octubre de 2013

Comparación de herramientas TAO o CAT: software de traducción asistida

¿Eres traductor novel y no sabes por qué herramienta de traducción asistida decidirte? ¿Llevas tiempo trabajando con una herramienta TAO, pero estás hasta el gorro y deseas pasarte a otra? Con esta comparación de los cuatro principales programas de traducción asistida podrás elegir la herramienta que mejor se adapte a tus necesidades antes de invertir.
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SDL Trados Studio
Precio: desde 850 €, licencia permanente
Sistema operativo: Windows

Pros:

  • La más usada por traductores y la más exigida por agencias de traducción. Sin Trados Studio, olvídate de muchos posibles proyectos.
  • Extremadamente potente, cientos de funciones y posibilidades para distintos tipos de usuario (traductor, revisor, agencia).
  • Gestor de bases de datos terminológicas Multiterm perfectamente integrado.
Contras:

  • No es, ni mucho menos, la herramienta más intuitiva. Hay que hacer casi un máster para dominar su uso. SDL imparte cursos de formación y de certificación, cómo no, de pago (unos 100 €).
  • Algunos aspectos del proceso de traducción son capaces de poner de los nervios al traductor más tranquilo.
  • Instalación lenta y tediosa, lo que es un problema si tienes que reinstalar el programa por algún motivo. También tarda una eternidad en arrancar.
  • No es poco habitual que se cuelgue, se cierre o dé problemas (el último, hace unas semanas, una incompatibilidad con el antivirus Avast que nos dejó a muchos traductores colgados sin poder trabajar durante varias horas).
  • Aunque pagas por una licencia permanente, salen nuevas versiones con bastante frecuencia (cada dos o tres años) a las que hay que pasarse (pagando por la licencia, por supuesto) si se quiere seguir disponiendo de servicio técnico.
Veredicto:
Solo apta para aquellos que estén dispuestos a pasarse una vida entera familiarizándose con los cientos de funciones tanto básicas como complejas. Por desgracia, es casi imprescindible en algunos sectores de la traducción. Os pongo un ejemplo: el 90 % de las veces que me han exigido una herramienta TAO para un proyecto determinado, ha sido Trados. Lo odiarás, pero no puedes vivir sin él.


Wordfast Pro
Precio: 400 €, licencia de 3 años
Sistema operativo: Windows, Mac y Linux

Pros:

  • Sencilla y básica. Perfecta para el que está empezando en el uso de herramientas TAO y no necesita nada más que un buen gestor de memorias de traducción.
  • Extremadamente intuitiva y fácil de usar.
  • Es de las pocas herramientas TAO compatibles con Mac y Linux. Prácticamente, la única opción profesional si no trabajas con Windows.
Contras:

  • Demasiado básica. Sus escasas funciones quedan en pañales con respecto a las demás herramientas TAO.
  • Aunque siempre ha sido la segunda herramienta TAO en importancia y uso, se está pasando de moda a gran velocidad. Cada vez menos agencias utilizan Wordfast como herramienta de referencia.
Veredicto:
Es tan intuitiva y tan fácil de usar que es estupenda para quienes no quieran complicarse la vida. Sin embargo, aunque es la herramienta más asequible, no es superior a ninguna de sus rivales en ningún aspecto: si buscas una herramienta de fácil uso pero completa, elige memoQ; si, por el contrario, deseas una que te abra las puertas de proyectos aunque sea más compleja, la mejor es Trados. No obstante, puede ser buena opción para traductores noveles o estudiantes que no necesiten potentes herramientas TAO y que anden justos de presupuesto. A calidad-precio no le gana nadie.


memoQ
Precio: 620 €, licencia permanente
Sistema operativo: Windows

Pros:

  • La herramienta «hipster» por excelencia: a pesar de no ser la más utilizada, cuenta con una legión de adeptos que crece a pasos agigantados. ¿La abandonarán cuando se vuelva «mainstream»?
  • Muy intuitivo, fácil de usar y rápido.
  • Instalación rápida y sencilla.
  • Bastantes funciones y posibilidades para el traductor: desde traducciones rápidas y básicas hasta opciones más complejas.
  • Excelente servicio de ayuda al usuario.
Contras:

  • Gestión terminológica bastante básica. No es la herramienta ideal para aquellos que deseen trabajar con bases terminológicas integradas.

Veredicto:
No hay quien gane a memoQ en facilidad de uso. Además, su creciente popularidad hace que cada vez más agencias la utilicen como herramienta TAO de referencia. En la opinión de muchos, es el programa de traducción asistida del futuro. ¿Será capaz de desbancar a Trados? No lo creo. Pero da gusto trabajar con memoQ si se tiene libertad de usar la herramienta TAO que se desee.


Omega T
Precio: totalmente gratuito
Sistema operativo: Windows, Mac y Linux

Pros:

  • Que es gratis. Aunque solo sea para probarlo.
  • Sencillo, rápido e intuitivo. Cuenta con todas las funciones básicas que puede necesitar un traductor principiante en su día a día.
  • Extremadamente fiable: ni se cuelga, ni se cierra, ni da problemas.
  • Compatible con Mac y Linux.

Contras:

  • Para ser gratuita está muy bien, pero sus funciones son claramente inferiores a las de otras herramientas TAO de pago.
  • Faltan muchas funciones casi imprescindibles para cualquier traductor acostumbrado a otras herramientas TAO. Es una buena herramienta para los que empiezan a familiarizarse con herramientas TAO, pero se queda corto para aquellos que dependan de ellas para ganarse la vida.
Veredicto:
Es una buena forma de familiarizarse con el trabajo con herramientas TAO y aprender a usarlas. También es una buena opción para aquellos traductores que se dediquen a ámbitos en los que no es necesario el uso de herramientas de traducción asistida y necesiten salir de un apuro de vez en cuando. No obstante, si se va a hacer uso habitual de memorias de traducción o si se va a traducir con archivos con formatos especiales, lo más recomendable es invertir en una herramienta de pago.

martes, 1 de octubre de 2013

Cinco pasos para conseguir nuevos clientes de traducción

Tras una pequeña encuesta de opinión entre mis seguidores en Twitter, en la que proponía varias opciones para mi próxima entrada, esta ha sido, casi por unanimidad, la opción ganadora. Y es que, ¿a quién no le interesa conocer algunos trucos y consejos para tener más éxito como traductor? En esta entrada he reunido algunos consejos básicos sobre cómo convencer a un cliente, ya sea agencia o cliente directo, de que contrate nuestros servicios de traducción. Siempre desde mi propia experiencia tanto de traductora como de intermediario.

1. Saber qué busca el cliente de traducción

Para empezar, nunca está de más plantearse qué es lo que busca un cliente de servicios de traducción. En este caso, lo enfocaremos tanto en clientes directos habituados a contratar servicios de traducción como en intermediarios, es decir, las agencias de traducción, pero solo en aquellas agencias de traducción para las que nos interesa trabajar. Eso significa que descartaremos a esas agencias cuyo criterio principal es el precio, no la calidad (sois libres de trabajar para las agencias que vosotros queráis, pero ateneos a las consecuencias si elegís los clientes que no os convienen). Tampoco vamos a centrarnos en clientes directos que desconozcan el mundo de la traducción, más que nada porque ni ellos saben lo que están buscando. Ante todo, un buen cliente de traducción busca traductores que le aporten confianza para sus proyectos y mucha profesionalidad. A eso ayuda un buen CV y una buena carta de presentación, un dominio propio, perfiles profesionales completos en redes de traductores y unas tarifas acordes con la profesionalidad que se quiere trasmitir (sí, eso significa que una tarifa baja no solo no ayuda, sino que incluso perjudica: a nadie le inspira confianza un traductor con veinte años de experiencia que cobra cuatro o cinco céntimos por palabra en traducciones técnicas). Ahora bien, ¿cómo conseguir que nuestra solicitud de colaboración llame la atención entre los cientos de ofertas de traductores en nuestra misma combinación lingüística?

2. Redactar un buen currículum y una impecable carta de presentación

Cuando cuentas con un montón de años de experiencia y has trabajado en cientos de proyectos, lo tienes todo a tu favor y prácticamente no necesitas grandes esfuerzos para poder conseguir nuevos clientes, ya que tu propia experiencia es tu mayor valor. En estos casos, la mayor preocupación de los traductores suele ser buscar clientes que acepten pagar mayores tarifas. Pero no es eso lo que vamos a tratar aquí. El verdadero problema lo tienen los que están empezando, que se encuentran con el círculo vicioso de la falta de clientes por falta de experiencia y la falta de experiencia por falta de clientes. En este caso, hay que echar toda la carne en el asador e intentar llamar la atención de cliente por algo más que por nuestra escasa experiencia.  Y, para ello, nuestra solicitud de colaboración debe ser impecable.

El currículum vítae y la carta de presentación son lo primero en lo que se va a fijar el cliente. De hecho, lo primero de verdad es la carta de presentación, normalmente en forma de correo electrónico con el que nos pondremos en contacto con la agencia con la que deseamos colaborar. Si tu carta de presentación no llama la atención, el cliente ni se dignará en abrir tu currículum. En esta entrada puedes encontrar algunos consejos sobre cómo redactar una carta de presentación efectiva. Si tu carta de presentación muestra que eres el perfil que el cliente está buscando, entonces abrirán tu currículum vítae. Y es ahí cuando puedes captarlos o perderlos para siempre. Si al abrir tu currículum se encuentran con un documento que llame la atención, ya solo por eso vas a tener más puntos que aquellos que envíen un currículum de texto sin formato. Utiliza tu logotipo, tus colores de marca (¿todavía no tienes?), selecciona y organiza la información de forma que todo quede claro en un primer vistazo. Da una imagen profesional pero a la vez dinámica y moderna. En esta entrada doy más detalles acerca de cómo diseñar un currículum efectivo.

3. Adaptar tu solicitud

Ahora bien, no todo está ganado tras haber redactado estos dos documentos. Un paso muy importante para ofrecer tus servicios de traducción a un determinado cliente o proyecto es adaptar tu solicitud. Esto significa que, dependiendo de el tipo de proyecto de traducción que quieras solicitar o el tipo de cliente al que vayas a enviar tu oferta de colaboración, tendrás que enviar una carta de presentación y un currículum vítae distintos. La carta de presentación es mucho más fácil de adaptar al momento, pero este no es el caso de CV. Por ello, lo más recomendable es disponer de varios currículos para tus distintos campos de especialidad, además de uno general para casos en los que no se solicite un proyecto en concreto. Con un currículum especializado en un único campo darás la impresión al cliente de que te dedicas a tiempo completo a esa única especialidad y que cuentas con amplios conocimientos y experiencia en ese ámbito. Ahora bien, esto puede tener sus pros y sus contras, ya que enviando un currículum muy especializado estás descartando automáticamente proyectos en otras especialidades que os puedan llegar del mismo cliente. En mi caso, recuerdo haber mandado mi solicitud de colaboración para un proyecto de traducción en el ámbito deportivo y, gracias a que envié mi currículum completo, el cliente comprobó que mi especialidad principal era la traducción de marketing y me asignó un proyecto incluso mejor en el ámbito publicitario. Por ello, si decidís enviar un currículum de una única especialidad, que sea para clientes que sepáis que no van a tener necesidades de traducción en otra especialidad (por ejemplo, una agencia que solo se dedique a las traducciones técnicas, un despacho de abogados, un estudio de doblaje, una editorial de arte o una revista de medicina).

4. Mostrar tu valor añadido

Todo esto puede servirnos para que, en un proceso de selección, nuestra solicitud no pase automáticamente a la papelera de reciclaje, pero, ¿qué es lo que hace que, finalmente, un cliente se decante por nosotros y no por otro? ¿Qué es lo que lleva a que nos elijan a nosotros frente a alguien con más años de experiencia? Pues bien, es posible que los demás no tengan algo que nosotros sí tenemos (o que, simplemente, ellos también lo tengan pero no lo digan): es lo que se llama el valor añadido. ¿Qué te hace a ti especial con respecto a los demás? Vale, puede que no tengas muchísima experiencia en la traducción, pero si practicas el golf a nivel semiprofesional, ¿hay alguien mejor que tú para una traducción sobre golf? Si has trabajado de programador durante dos años, ¿no deberías tener ventaja en las traducciones de informática? Además, seguro que tienes muchas otras capacidades en las que debes hacer énfasis. ¿Entregas siempre tus traducciones a tiempo? ¿Estás orgulloso de mantener una magnífica comunicación con los clientes? ¿Todo el mundo alaba la naturalidad de tu estilo? ¿Conoces a la perfección la jerga de un determinado ámbito? Pues, entonces, ¡dilo! Garantiza a tu cliente que, en esos aspectos, no va a haber nadie mejor que tú. Y ya, si tienes la suerte de contar con experiencia en una especialidad determinada, no te cortes y presume de ella: clientes para los que has trabajado, proyectos concretos a los que te hayas dedicado, tipos de documentos en los que tienes experiencia. Todo esto ayudará a que el cliente se decante por ti: puede que no seas el mejor traductor del mundo (aunque si lo eres, tampoco viene nada mal), pero no hace falta con tal de que seas el que mejor sabe promocionarse.

5. Trabajo... y paciencia

Pero, recuerda: si en un principio todos tus esfuerzos no dan resultado, no te vengas abajo ni pienses que lo estás haciendo todo mal o que, simplemente, no vales. Para que los esfuerzos den sus frutos hay que esperar mucho y tener mucha paciencia, porque nada en este mundo es instantáneo. No te deprimas porque veas (o te hagan creer) que a todo el mundo le va mejor que a ti, porque es muy probable que no sea cierto. Todo esfuerzo acaba dando resultado, así que recuerda: con trabajo y paciencia, todo se consigue.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Compañerismo vs. competitividad: de la facultad a la vida real

Lo que más sorprende a muchos que no están involucrados en el mundo de la traducción es el buenrollismo del que hacemos gala los traductores e intérpretes entre compañeros de profesión: ayudarnos a progresar, apoyarnos en momentos difíciles, mandarnos trabajo entre nosotros, darnos consejos sobre determinadas cuestiones... Todo esto es parte de la vida de un traductor autónomo, ya que las relaciones entre compañeros del gremio son algo habitual. Sin embargo, esto es algo que muchos, fuera de la industria, no logran comprender: ¿son compañeros o son competencia? Es de entender que, desde otras profesiones menos colaborativas, miren este compañerismo con incredulidad: al fin y al cabo, el mundo se está volviendo cada vez más competitivo y, en algunos ámbitos, parece que para conseguir el éxito es imprescindible destruir a la competencia. Pero esto no sucede en la traducción. La inmensa mayoría de los traductores profesionales son colaborativos y están siempre dispuestos a ayudar a los colegas, muchos de los cuales se acaban convirtiendo en amigos. Es habitual que nos ayudemos entre nosotros en caso de que tengamos dudas de cualquier tipo sobre la profesión, que colaboremos en proyectos laborales o que, incluso, invirtamos parte de nuestro tiempo en ofrecer, de forma gratuita, consejos a los que están empezando. Sin embargo, hay algunos traductores que no piensan lo mismo: para ellos, el resto de traductores somos competencia.

Es fácil distinguir a los «traductores competencia» de los «traductores compañeros»: son aquellos que raramente se relacionarán con otros traductores (a menos que sean amigos que ya conocían de antes), no suelen acudir a congresos ni a sesiones formativas (suelen creer que ya lo saben todo, así qué, ¿qué pueden aprender de otro traductor cualquiera?), no forman parte de asociaciones de traductores, no participan en listas de correo o foros sobre la profesión (y, cuando lo hacen, es solo para levantar polémica o ser la voz discordante), no ofrecen su ayuda a traductores noveles y jamás harán nada que pueda redundar en beneficio de otros traductores que no sean ellos mismos. Además, son incapaces de alegrarse ante el éxito ajeno (y lo atribuirán al enchufe, a la suerte, a la prepotencia o a las malas artes) y de reconocer el fracaso propio (que se deberá a la mala suerte, a que les tienen manía o a que todo el mundo menos ellos no tiene ni idea).

Los que estáis empezando es probable que no hayáis tenido la oportunidad de conocer a traductores competencia, pero seguro que sí os suena la figura del «estudiante de traducción competencia». No sé vosotros, pero yo, durante mis años de universidad, conocí a magníficas personas que se convirtieron en grandes amistades, pero también a algunas de las mayores arpías que mis ojos han tenido la desgracia de ver. ¿Os suena? Gente que era capaz de poner zancadillas incluso a sus propios amigos para que estos suspendieran un examen, hasta el punto de ir a pedírselo a profesores, como si los aprobados se fueran a agotar. Cuyos peores enemigos eran, simplemente, aquellos que sacaban mejores notas que ellos. Que odiaban a aquellos a quienes les apasionaba lo que estudiaban. Que eran incapaces de ofrecer ayuda a nadie, ni siquiera a sus amigos, para que estos no hicieran un mejor examen que ellos. Que lo hacían todo a escondidas para evitar compartir sus escasos momentos de éxito con alguien. Gente a quien le corroía la envidia al observar el éxito ajeno. ¿Qué tipo de traductores creéis que serán ahora? Bueno, en caso de que lo sean, porque este tipo de personas nunca llega a nada en la vida, y mucho menos en una profesión como la traducción, en la que vivimos del compañerismo y la solidaridad. Pues bien, esos antiguos «estudiantes de traducción competencia» son ahora «traductores competencia»: son esos de quienes los demás traductores nos quejamos porque trabajan gratis o por cacahuetes; son esos que trabajan en negro; son esos que ofrecen servicios de baja calidad; son esos que se toman tus consejos como una muestra de prepotencia. En definitiva, son esos que devalúan la profesión de traductor, simplemente porque la profesión de traductor les importa un pimiento: solo buscan su propio beneficio y solo piensan en ellos mismos. Porque los demás traductores no somos compañeros: somos competencia.

Pero, por desgracia para ellos, no podrían estar más equivocados. ¿Hasta qué punto es competencia un traductor con distintas combinaciones lingüísticas y distintas especialidades? De cualquier modo, incluso en caso de que ambos puntos coincidieran, está claro que, para los buenos traductores, hay trabajo siempre, pues cada vez hay más mercado en traducción y no puede traducirlo todo una misma persona. Sin embargo, es probable que los «traductores competencia» sepan que su trabajo es de tan baja calidad que la única forma que tienen de competir en el mercado es intentar destruir a lo que ellos consideran su competencia. Que no os engañen: un buen traductor no tiene competencia porque va a tener trabajo siempre, claro está, si sabe buscarlo. Y la forma de encontrarlo no es fastidiar a compañeros de profesión, ni trabajar gratis, ni reventar el mercado.

Por eso, a los que estáis empezando os recomiendo que intentéis establecer relaciones con otros compañeros de profesión. Primero, porque aprenderéis muchísimo de todos aquellos que están dispuestos a ayudaros. No os creáis menos por pedir ayuda o porque os la ofrezcan: quien lo hace no es un prepotente que quiere restregaros su éxito, sino un buen compañero a quien le apasiona esta profesión. Creedme: los prepotentes de verdad, los malos de la película, no os ofrecerán ayuda, no vaya a ser que les quitéis trabajo. En muchos casos, incluso puede que vuestros compañeros os envíen encargos que ellos no puedan hacer porque estén muy ocupados o no sean expertos en esa especialidad. Y, finalmente, cuando ya tengáis mucha experiencia, podréis ser vosotros los que impartáis clases o deis conferencias, algo que ayudará, sin duda, a vuestro desarrollo profesional. ¿Qué somos los traductores sin contactos? Absolutamente nada. Pasad de los «traductores competencia» (o, si estáis en la universidad todavía, alejaos de los «estudiantes de traducción competencia», de verdad, son malas personas), empezad a conocer gente de este mundo, escuchad a los veteranos y compartid vuestra experiencia con los noveles. Y, a los que estáis en la universidad, aprovechadla para aprender, para hacer lo que os gusta, para empaparos al máximo de lo que os enseñan. No compitáis contra nadie, excepto contra vosotros mismos, por mejorar día tras día.

Para todos, me gustaría dejar unas preguntas para el debate. ¿Creéis que existe relación entre la actitud como estudiante y como traductor profesional? Y, lo que es más importante, ¿pensáis que la postura de un traductor para con sus colegas se puede ver reflejada, de algún modo, en su ética profesional y en la calidad de sus servicios?

lunes, 2 de septiembre de 2013

Introducción a las herramientas de traducción asistida (TAO o CAT)

Los traductores de las nuevas generaciones hemos nacido en una era tecnológica en la que nuestra profesión, como la mayoría, depende en gran parte de la informática, no solo para ofrecer nuestros servicios o contactar con los clientes de forma más sencilla y rápida, sino también porque podemos disponer de herramientas que facilitan nuestro trabajo. Las herramientas de traducción asistida por ordenador (TAO o CAT, siglas en inglés de Computer Assisted Translation) son una ayuda casi imprescindible para traductores de numerosas disciplinas. Tal es su importancia que ya es materia de estudio obligada en la mayoría de las facultades de Traducción e Interpretación en España. No obstante, sigue habiendo traductores (por ejemplo, no licenciados en Traducción e Interpretación o, simplemente, que estudiaron en una facultad que no incluía las herramientas TAO en su plan de estudios) que desconocen la importancia de estas herramientas. A ellos está dirigida esta entrada del blog.

¿Qué son las herramientas de traducción asistida por ordenador?


Para empezar, quiero dejar claro que las herramientas TAO no son programas de traducción automática, es decir, no sirven para traducir, sino para recuperar texto que ya hemos traducido nosotros con anterioridad. Ese texto que recupera no son palabras sueltas, como si fuera un glosario o un diccionario, porque entonces estaríamos en el mismo caso que los programas de traducción automática: la mayoría de las traducciones no tendrían sentido, pues serían traducciones literales, palabra por palabra. Igual que los traductores no traducimos palabra por palabra, sino por unidades de sentido, las TAO dividen el texto de origen en unidades de traducción, que suelen ser oraciones completas (es decir, aquellas que finalizan en punto y seguido o punto y aparte) y que, en traducción, se denominan «segmentos».

¿Qué es una memoria de traducción?


Cuando traducimos una oración determinada o segmento, el programa TAO la guarda en un archivo que se llama «memoria de traducción». Esa memoria de traducción «memoriza» el original y la traducción de cada uno de los segmentos que vamos traduciendo manualmente. De esta forma, cuando nos dispongamos a traducir una oración que ya hayamos traducido con anterioridad, el programa detectará que ya existe una traducción de ese segmento y nos la propondrá. Nosotros, entonces, podemos aceptar esa traducción o modificarla a nuestro gusto. Cuando la oración que vamos a traducir coincide totalmente con otra ya traducida con anterioridad, se denomina «coincidencia total». Sin embargo, las TAO no solo reconocen las coincidencias totales, sino también las parciales. Por ejemplo, pongamos que en una oración coinciden todas las palabras menos una o dos. En este caso, se denomina «coincidencia parcial» y las TAO señalan en qué palabra o palabras difiere la oración del segmento almacenado en la memoria de traducción. De este modo, podemos modificar la traducción propuesta para que coincida con la oración original. Pongamos un ejemplo práctico. Con anterioridad hemos traducido la oración There were 32 black cats por Había 32 gatos negros. Más adelante, en el texto que tenemos que traducir aparece la oración There were 32 white cats. Nuestro programa TAO detectará una coincidencia parcial y nos propondrá la traducción provisional Había 32 gatos negros, mientras marca que la diferencia entre un segmento original y el otro es que figura white en vez de black. Entonces, nosotros solo tendremos que sustituir negros por blancos para conseguir la traducción Había 32 gatos blancos, en vez de tener que traducir la oración entera. Como podéis imaginaros, este es un ejemplo muy sencillo, pero para oraciones más complejas puede ahorrar muchísimo tiempo y esfuerzo, además de mantener la coherencia lingüística en traducciones que así lo requieran.

¿Cuándo pueden ayudarme las herramientas de traducción asistida?


Las herramientas TAO son muy útiles en ciertas disciplinas de la traducción, especialmente en aquellas en las que el discurso suele ser más «repetitivo». En mi caso, yo me dedico a la traducción jurídica y habré traducido, por ejemplo, multitud de cláusulas de protección de datos. Y son todas prácticamente iguales. Gracias a las herramientas de traducción asistida, todas esas oraciones que se repiten una y otra vez y que ya he traducido en ocasiones anteriores no supondrán un quebradero de cabeza ni harán que me vuelva loca por teclear por enésima vez lo mismo. Las TAO me dirán: «Oye, Sara, que esta oración ya la has traducido antes. Toma, es esta». Y así tan solo tendré que revisar que encaja perfectamente en el texto, lo que me ahorrará tiempo y esfuerzo. Y esto no solo sucede en la traducción jurídica, sino también en la técnica o en la médica.

Pero las TAO no solo sirven como gestores de memorias de traducción. Muchas de ellas son especialmente útiles para poder traducir documentos que se encuentren en formatos poco habituales, como .pdf o .ind, que se suelen utilizar en documentos maquetados, como folletos o catálogos. También se suelen utilizar para localizar páginas web o cualquier otro archivo que tenga muchas etiquetas. Las herramientas TAO extraen el texto traducible y le quitan el formato para facilitar su traducción, para, a continuación, guardar la traducción manteniendo el formato original, sin que nosotros tengamos que preocuparnos ni un ápice por todas esas columnas, colores o tipos de fuente: nuestro programa de traducción asistida se encargará de todo.

Y ahora vienen los contras


Sí, las herramientas TAO son muy útiles, pero no para todo el mundo. Si te dedicas exclusivamente a la traducción literaria, lo más probable es que estés malgastando el dinero. Más que el dinero, un dineral, porque su precio es bastante elevado. Sin embargo, si te dedicas a un ámbito de la traducción altamente especializado, como la jurídica o la científica, te resultará rentable en muy poco tiempo (porque, además, muchas agencias exigen el dominio de algunas herramientas TAO, sobre todo Trados).

Eso sí, no esperes que sea todo un camino de rosas: las memorias de traducción se generan a base de traducir, por lo que, cuanto más traduzcas, más engordará tu memoria y más útil te resultará; pero, al principio, te tocará traducir «a pelo» la mayoría de los documentos. Además, intenta utilizar exclusivamente tus memorias de traducción (a no ser que te lo imponga el cliente, que muchas veces pasa), pues no puedes confiar en que la memoria que te han facilitado sea totalmente correcta, así que abstente de buscar memorias de traducción de desconocidos por internet para ahorrarte trabajo, ya que te pueden acarrear más de un problema, sobre todo si no son de fuentes fiables.

En próximas entradas, haré una comparación de distintas herramientas de traducción asistida presentes en el mercado internacional de la traducción.

domingo, 25 de agosto de 2013

Cómo mejorar tu productividad... ¡y tu felicidad!

Seguramente habréis oído hablar en muchas ocasiones de la productividad, y no siempre en términos positivos. De hecho, en numerosas ocasiones se trata el concepto de productividad como esa herramienta que utilizan los empresarios para ganar más dinero a costa de sus empleados. Es probable que también hayáis oído hablar de la productividad en esas infames encuestas en las que se muestra que el rendimiento laboral en España es inferior al del resto de los países europeos: trabajamos más horas pero nuestra productividad es menor. Y es que la productividad es, precisamente, mejorar el rendimiento laboral para ganar más dinero en un menor periodo de tiempo; aplicado al autónomo, esto implica que podamos trabajar menos horas sin que repercuta negativamente en nuestros ingresos.

Hasta hace poco, a mí me importaba un pimiento la productividad, quizá porque no tenía tanto trabajo propiamente dicho (es decir, de estar traduciendo) como para preocuparme de si tardaba más o menos tiempo. Y probablemente a vosotros, que estáis empezando, os pasará lo mismo: ya estáis felices con solo estar trabajando que os dará igual quedaros hasta las nueve de la noche frente al ordenador. Pero cuando te apoltronas (cosa que sucede más rápido de lo que os pensáis) y te acostumbras a tener varias horas de trabajo por delante al día, te empiezas a plantear algunas cosas. ¿Verdaderamente merece la pena estar todo el día trabajando por X euros? En principio puede parecer mucho dinero, sobre todo si acabáis de empezar, pero a eso hay que restar el 20 % de impuestos, la cuota de la Seguridad Social, los gastos derivados de tu trabajo... y entonces ya empiezas a tener dudas. ¿Por qué trabajar por X euros cuando, en el mismo tiempo, podría estar ganando 2X? ¿O por qué trabajar hasta las siete de la tarde cuando podría, perfectamente, terminar a las cinco y pasar el resto de la tarde con mis amigos, mi pareja o mi familia? Es muy fácil conseguirlo si se mejora la productividad siguiendo estos cinco pasos:

1. Fijarse unos objetivos. Como ya os he comentado con anterioridad, la capacidad de organización es fundamental en los traductores. Por ejemplo, si tenemos un proyecto de 10 000 palabras y lo tenemos que entregar de aquí a cuatro días, está claro que tenemos que traducir 2500 palabras al día. Por lo tanto, nuestro objetivo va a ser traducir esas 2500 palabras al día. Los objetivos que fijes son objetivos que hay que cumplir, sí o sí. Y os lo dice probablemente la persona más perezosa del mundo: lo pospongo absolutamente todo, excepto el trabajo. Pero los objetivos no tienen por qué ser solo de proyectos que se tengan que entregar: también pueden ser facturas que tengas que registrar, o determinado cliente con el que quieres contactar, o esa declaración de la renta que tenéis pendiente. Llevad un calendario en el que vayáis apuntando vuestros objetivos diarios; puede ser físico o virtual (por ejemplo, yo lo llevo en Outlook, pero hay muchas otras herramientas útiles).

2. Establecer tus prioridades. Cuando en un mismo día se acumulan varios objetivos, está claro que hay que empezar por un de ellos, pero, ¿por cuál? Por eso hay que aprender a priorizar unas tareas sobre otras. ¿Cómo se sabe cuál es la más importante si todas lo son, por ejemplo, si son trabajos que hay que entregar? Bueno, no hay que ordenarlas estrictamente por su importancia, sino por otros factores. Está claro que el primero es la urgencia si la fecha límite es cercana, pero cuidado con posponer demasiado otras tareas que en un principio no corrían prisa, porque puede que al final os pille el toro. Un método para establecer prioridades que yo utilizo mucho es el de la dificultad: las traducciones de textos más difíciles las hago primero, mientras que las de los textos más sencillos vienen después. Esto se debe a que es mejor traducir aquellos textos más especializados o de mayor complejidad cuando se está más fresco, que es a primera hora de la mañana. Así, dejamos los trabajos más sencillos para cuando estemos más cansados y no nos apetezca (o no podamos) hacer grandes esfuerzos mentales.

3. Especializarse. Aunque yo no soy partidaria de especializarse radicalmente nada más salir de la universidad, sino a medida que vas consiguiendo experiencia laboral que te permita fundamentar esa supuesta especialidad en la base de la experiencia real como traductor, una vez te hayas especializado en uno a varios ámbitos determinados mejorarás tu productividad enormemente. Es sencillo: cuanto más conozcas una especialidad, menos te tienes que documentar y más rápido traduces. No es lo mismo traducir 300 palabras por hora que 600: estás ganando el doble de dinero en el mismo periodo de tiempo. Traducir en ámbitos de especialidad que desconoces hace que vayas mucho más despacio, por lo que tendrás que trabajar más horas para conseguir el mismo resultado. Y, como yo soy de las que piensa que la especialización se consigue trabajando, los resultados los irás viendo a largo plazo a medida que vayas cogiendo experiencia. Llegará un momento en que las traducciones especializadas te salgan como churros.

4. Fijar las tarifas adecuadas. El mejor truco para saber qué tarifas fijar es pensar cuánto quieres ganar y, a partir de ahí, calcular la tarifa que tienes que aplicar. Por ejemplo, yo suelo partir de mi tarifa por hora para hacer los cálculos de la tarifa por palabra según la especialidad del texto. Si el texto es de una especialidad que solo me va a permitir traducir 300 palabras por hora, lo lógico es que la tarifa por palabra sea superior a un texto general (o de una especialidad que domine) del que puedo traducir 600 palabras por hora. Pero cuidado al calcular ese dinero que queréis ganar por día o por hora, pues hay que tener en cuenta muchas cosas: además de todos los gastos fiscales que ya conocéis, es muy posible que os paséis varios días sin recibir nada de trabajo, por lo que hay que hacer los cálculos con cierto margen. Si en una semana buena ganáis lo que pensabais que ibais a ganar en un mes, no os llevéis las manos a la cabeza y os creáis montados en el dólar: es probable que con lo ganado esa semana tengáis que aguantar todo el mes. Esta es la razón por la que muchas agencias ofrecen tarifas inferiores para proyectos a largo plazo: puede que os paguen poco, pero al menos os dan la estabilidad de que vais a tener unos ingresos fijos durante varios meses. Eso sí, a la hora de aceptar estas ofertas hay que ser realista y calcular cuántas horas al día hay que trabajar para ganar determinado dinero. Está claro que trabajar 10 horas al día por 2000 € brutos al mes (es decir, 1300-1400 € netos, si restamos impuestos y Seguridad Social) no merece la pena. Calculadlo: no llega a 6 € la hora.

5. Concentración y fuerza de voluntad. Las redes sociales son el mayor peligro del autónomo, sobre todo en nuestro caso, que estamos todo el día frente al ordenador. Hay que tener mucha fuerza de voluntad para no entretenerse con todas esas tentaciones que disminuyen nuestro rendimiento. Una buena forma de evitar perder el tiempo en tonterías es ponernos objetivos por horas. Por ejemplo, de 10 de la mañana a 12 del mediodía, traducir 800 palabras; hasta que no hayamos terminado esas 800 palabras, no dejaremos que nada nos distraiga. Si hemos terminado las 800 palabras antes de las 12, entonces podemos darnos el capricho de cotillear en las redes sociales o de responder ese Whatsapp que nos mandaron hace una hora. Los premios siempre funcionan, ¿no?


A todos nos ha pasado que nos levantamos por la mañana y, simplemente, no nos apetece nada trabajar, sobre todo si estamos en medio de un proyecto que no nos motiva nada. La desmotivación posiblemente sea el gran rival de la productividad, puesto que no es algo contra lo que puedas luchar. Cuando se está desmotivado, es difícil acabar con ese círculo vicioso de pocas ganas de trabajar más falta de trabajo que nos motive. En este caso, lo único que podemos hacer es buscar un incentivo a lo que hacemos: si es solo por motivos económicos, piensa en lo que podrías hacer con ese dinero que ganes, por poco que sea; si tienes poca experiencia, piensa en lo que ese proyecto puede suponer para tu currículum. Cualquier cosa para acabar con esa mala racha. Eso sí, las etapas de desmotivación deberían ser algo momentáneo y transitorio, para un proyecto determinado. Si tu racha de desmotivación está durando más de lo que debería, quizá deberías plantearte que lo que te desmotiva no es ese proyecto, sino esa especialidad de traducción. Lo más importante en traducción es que te guste lo que haces: si no, no solo no serás productivo, sino que tampoco serás feliz. Busca aquello que te apasione y... ¡adelante!

domingo, 18 de agosto de 2013

Dos documentos imprescindibles (II): la carta de presentación del traductor

Si la semana pasada os hablé de la importancia de un currículum vítae adecuado a nuestras necesidades como traductores, hoy es turno de hacer lo mismo con un documento que, a menudo, es olvidado en las solicitudes de empleo: la carta de presentación (en inglés, cover letter).

Y digo que es la gran olvidada porque, en esta era de internet, se ha perdido la costumbre que existía de acompañar el currículum impreso de una pequeña carta remitida al empresario como complemento al currículum vítae. Sin embargo, aunque ahora los currículos no vayan en formato papel, sino totalmente electrónico, es más que recomendable (yo diría que imprescindible) redactar una carta de presentación que, en la mayoría de los casos, será el cuerpo del correo electrónico de nuestra solicitud de colaboración.

La carta de presentación es fundamental para poder explicarle a aquel que nos va a contratar todas esas cosas que no hemos podido (o no hemos querido) incluir en el currículum vítae o para reafirmar la importancia de estas; por ejemplo, para explicar con más detalle en qué ha consistido un proyecto de especial relevancia para el puesto que se va a desempeñar, o para responder a las solicitudes particulares del cliente. También es habitual, en el caso de los traductores, hacer constar aquí nuestras tarifas o el presupuesto de un proyecto concreto. La carta de presentación perfecta debería incluir lo siguiente:
  • Nuestra formación académica relevante. Se puede explicar más en detalle aquello que consideremos de especial importancia (por ejemplo, si solicitamos un proyecto de bioquímica y somos licenciados en Química con especialidad en Bioquímica, es digno de mención).
  • Experiencia laboral de relevancia. Y solo de relevancia, en especial si ya hemos incluido toda nuestra experiencia en traducción en el currículum vítae. Es decir, si solicitamos un proyecto de traducción jurídica, debemos hacer constar nuestra experiencia en traducción jurídica y mencionar algún proyecto reciente de gran importancia, en caso de que exista. Si hablamos de experiencia laboral no relacionada, dará la sensación de que nuestra presentación es un copipega y de que ni siquiera sabemos qué trabajo estamos solicitando.
  • Por qué somos los más adecuados para el proyecto. Es decir, por qué elegirte a ti en vez de a cualquier otro traductor. Resalta tus puntos fuertes y muéstrale al empresario que eres tú a quien está buscando. Échate flores. Si no lo haces tú, ¿quién si no lo va hacer?
  • Herramientas informáticas con las que trabajas. En especial si se solicita en la oferta de colaboración. No incluyas solo herramientas TAO, sino todo tipo de software que consideres de relevancia.
  • Tarifas, palabras diarias y método de pago. Como no conoces el texto original, las tarifas propuestas serán orientativas. En mi caso, yo suelo nombrar mis tarifas mínimas para textos generales, que asusta menos que si pongo mis tarifas para textos especializados. También puedes optar por un rango. Hacer figurar los modos de pagos que aceptas es también más que recomendable en el caso de que se trate de un cliente extranjero (extracomunitario), que preferirá Paypal o Skrill (antes Moneybookers) en lugar de transferencia bancaria, debido a las comisiones por transferencia internacional.
  • Respuesta a cualquier otra pregunta formulada en la oferta de colaboración.
Si bien una buena carta de presentación no garantiza que nos vayamos a hacer con el proyecto, sí nos dará ventaja con respecto a aquellos traductores que no hayan redactado una. No hay peor presentación que un correo electrónico cuyo cuerpo sea una sola línea: «Please find attached my CV. My rates are X». Estos currículos suelen ir directitos a la papelera, por lo que, con una carta de presentación os aseguráis, al menos, que leen vuestro currículum. Eso sí, intentad evitar lo siguiente:
  • Una fórmula de saludo impersonal. Si estás respondiendo a una oferta de colaboración determinada en la que se conoce el nombre del responsable de esa agencia, dirígete siempre personalmente a él o a ella. Si la oferta está firmada por John Smith y empiezas la carta con un «To whom it may concern», demuestras que no has leído con detenimiento la oferta. Y si no prestas atención a lo más básico, ¿cómo van a confiar en tus servicios?
  • Información que no sea de relevancia. Puede dar la sensación de que estás enviando una carta de presentación estándar, la misma que envías a todas las empresas. La información que contenga tu carta tiene que estar personalizada para cada solicitud de colaboración, porque, en caso contrario, el empresario podrá pensar (y con razón) que no has puesto interés en ofrecer tus servicios de la forma adecuada.
  • Lenguaje demasiado informal. Os prometo que he recibido correos electrónicos que decían: «Hey, how are you? I saw your post at ProZ and I thought I would send you my CV. That project sounds cool!!! You can find my contact info in my CV in case you need it». Obviamente, no es apropiado dirigirse en estos términos a nadie en el ámbito laboral y mucho menos si esa persona puede darte trabajo. Tampoco hace falta que seas extremadamente formal, pero que no parezca que estás escribiendo un correo electrónico a tus compañeros de juergas de fin de semana. Si eres de los que prefiere dar una imagen amable y menos encorsetada, opta por un término medio en el tono de tu carta de presentación.
  • Dar una imagen desesperada. Nadie quiere contratar a traductores que den la impresión de estar desesperados por conseguir trabajo. La razón es lógica: si lleva meses sin conseguir trabajo, por algo será. Así que nada de escribir cosas como «Please hire me!!!» o «I'm short of jobs and I can work for little money if you choose me» (sí, en ambos casos he recibido cartas de presentación que incluían estas frases).
Si sigues estos consejos, ten por seguro que tus cartas de presentación mejorarán. No puedo garantizarte que vayan a conseguirte trabajo, pero sí que, al menos, leerán vuestra carta enterita.

domingo, 11 de agosto de 2013

Dos documentos imprescindibles (I): el currículum vítae del traductor

En esta serie de dos entradas, hablaré de esos dos documentos imprescindibles a la hora de solicitar empleo, tanto en plantilla como para proyectos freelance: el currículum vítae y la carta de presentación. Por supuesto, ambas entradas van a estar enfocadas en la profesión de traductor y en la solicitud de colaboración con una agencia de traducción o proveedor de servicios lingüísticos (en caso de clientes directos, la cosa se complica un poco, pero es posible que trate el tema más adelante). Primero voy a centrarme en el currículum vítae.

El currículum vítae debe ser una breve presentación de nuestra experiencia laboral en el ámbito al que pertenece el puesto de trabajo que deseamos solicitar, en este caso, el de traductor. Y breve significa breve, es decir, un resumen que no debe superar las dos páginas. En el caso de los traductores autónomos, es recomendable que nuestro currículum sea algo «especial», no el típico currículum estándar. Esto se debe a que nosotros debemos incluir aspectos que no suelen figurar en los currículos de cualquier otra profesión: nosotros somos traductores autónomos que solicitamos que se nos asigne un proyecto concreto (aunque luego esto pueda derivar en una colaboración a largo plazo con la agencia) de traducción en una combinación lingüística concreta y, normalmente, en un ámbito de especialidad determinado. Por ello, estos son los datos esenciales que deben figurar en un currículum de traductor:

  • Nombre, apellidos y modo de contacto (correo electrónico, teléfono y, si es posible, Skype). La dirección es innecesaria y yo diría que, incluso, no recomendable. Además, si tenéis logotipo, no dudéis en incluirlo.
  • Combinación lingüística. Sí, parece una obviedad, pero ni os imagináis la de gente que lo omite. Después de vuestro nombre y apellidos, lo segundo más visible debe ser «EN/DE > ES Translator» (o lo que seáis vosotros). Si sois jurados, ponedlo también muy visible. En mi currículum, justo debajo de mi nombre, tengo: «EN/FR/PT > ES Translator and Interpreter». Y justo debajo: «EN <> ES Sworn Translator and Interpreter».
  • Información general. Aquí yo incluyo mi lengua materna (y su variedad geográfica) y la ubicación de mi residencia actual (ciudad y país, nada de dirección). Este último dato es importante, ya que a muchas agencias les interesa una franja horaria determinada. Por el contrario, puede tirar piedras contra vuestro propio tejado en caso de que viváis en el extranjero y el cliente sea uno de esos que quieren que sus traductores vivan en el país de su lengua materna, para evitar posible contaminación o pérdida de fluidez.
  • Ámbitos de especialidad. Muchas veces, el cliente quiere saber rápidamente y de un vistazo en qué especialidades puedes trabajar. Si las haces figurar en la parte superior del currículum, destacarán más y conseguirás más papeletas para hacerte con el proyecto.
  • Software disponible. De nuevo, si el cliente busca a alguien que pueda trabajar con Trados, lo más probable es que no vaya a preguntarte si tienes Trados o no. Gana puntos aquel que incluya esta información en su currículum.
  • Formación. Hay que distinguir dos apartados: la formación académica (licenciatura, máster, doctorado, etc.) y la formación complementaria (todos los cursos que hayas podido hacer). Divídelos en dos apartados distintos y da prioridad a la formación académica reglada. Si pones tu título de máster entre un montón de cursillos y seminarios, lo más probable es que el cliente ni se moleste en leerlo y no se entere de tu preciado título oficial de especialización.
  • Experiencia laboral en traducción. Y solo en traducción. Sé que, si tienes poca experiencia, es harto complicado hacer un currículum resultón sin que parezca vacío, sobre todo si tenemos en cuenta que lo que se pide del currículum de traductor es que dé información de proyectos en los que se ha trabajado. Si en toda tu vida solo has llevado a cabo tres proyectos de traducción, incluirlos tal cual en tu currículum vítae mostrará tu inexperiencia: que solo has traducido tres documentos en tu vida profesional. Pero existen algunos trucos para esto. Por ejemplo, si has realizado un par de traducciones jurídicas, no tienes por qué poner qué dos traducciones jurídicas concretas has realizado: simplemente, puedes decir que tienes experiencia en la traducción jurídica. Eso sí, jamás adornéis el currículum con datos falsos, que os pillarán rápido. Una cosa es maquillar y otra es mentir.
  • Afiliaciones profesionales. Si pertenecéis a alguna asociación profesional de traductores e intérpretes, no os olvidéis de incorporarlo: muchos proveedores de servicios lingüísticos lo toman como garantía de profesionalidad y buen hacer del traductor.
Por el contrario, os aconsejo que vuestro currículum vítae no cuente con los siguientes elementos:

  • Fotografía. En muchos países está mal visto, no solo para freelance, sino para todo tipo de empleos, porque se considera que fomenta la discriminación por motivos de aspecto físico. Esto es un punto básico de la comunicación intercultural, que trataré en un entrada posterior. De todas formas, volviendo a España, ¿acaso vosotros le pedís una foto al electricista antes de contratarlo para que venga a arreglaros la instalación? En su lugar, incluid vuestro logotipo.
  • Idiomas hablados. Es redundante, innecesario y poco profesional. Se da por hecho que tenéis ciertas competencias lingüísticas en vuestras lenguas de partida, así que nada de ocupar espacio innecesario. Además, si conocéis otras lenguas que no pertenecen a vuestras combinaciones lingüísticas (por ejemplo, porque no tenéis suficiente nivel como para incorporarlas a vuestros idiomas de partida), al cliente le da exactamente igual (¿para qué sirve que tengáis nivel elemental de ruso?). Las únicas lenguas de relevancia en vuestro perfil profesional son vuestras lenguas de trabajo.
  • Experiencia laboral en profesiones no relacionadas. Si sois biólogos y estáis especializados en traducción científica, sí es un dato de relevancia. Pero haber sido azafato de congresos, reponedor del Mercadona o dependiente del Zara es una información que no solo es irrelevante para quien os va a contratar, sino que puede incluso perjudicaros.
Ahora bien, hay un par de elementos en los que los traductores no solemos ponernos de acuerdo de si se deben incluir o no: las tarifas y las referencias. En mi caso, y esto es solo una opinión personal, no una recomendación, soy detractora de su inclusión en los currículum vítae. O, mejor dicho, en mi currículum. Os voy a explicar por qué. En el caso de las tarifas, prefiero hacerlas constar en la carta de presentación, pues la tarifa que apliquemos depende de muchos factores y así puedo elegir la tarifa que desee aplicar para cada cliente o proyecto sin la necesidad de tener que modificar el currículum constantemente. Por otro lado, en el caso de las referencias, soy, por lo general, poco partidaria de ellas no solo en el currículum, sino en cualquier parte. Esto se debe a que no me gusta que vayan a molestar a clientes de confianza con llamadas o correos electrónicos que, probablemente, no tengan tiempo para contestar. En su lugar, suelo facilitar un enlace a mi perfil en ProZ, en el que figuran opiniones de proveedores de servicios lingüísticos para los que he trabajado. De esta forma se puede verificar que, en efecto, estos clientes con nombre y apellidos ofrecen buenas referencias de mi trabajo sin necesidad de que estén repitiendo lo mismo una y otra vez a todos los posibles clientes que se pongan en contacto con ellos. Sin embargo, como ya he dicho con anterioridad, esto es solo una preferencia personal. Ahora os corresponde a vosotros decidir cómo queréis diseñar vuestro currículum vítae.

martes, 6 de agosto de 2013

Desmontando al empresario sin escrúpulos: siete patrones comunicativos comunes al mal intermediario

O cómo evitar que te exploten cuando estás empezando. Ante este título tan rimbombante solo se esconde la prueba definitiva que os ayudará a distinguir cuándo deberíais evitar a ese intermediario que se quiere aprovechar de vosotros. Y es que todos los malos empresarios de la traducción repiten, una y otra vez, exactamente el mismo patrón, las mismas frases, con las mismas palabras. No os podéis ni imaginar hasta qué punto: es hasta gracioso (¿se han puesto todos de acuerdo o qué?). Y solo con el objetivo de convenceros de que trabajéis más rápido y por menos dinero, para así enriquecerlos a ellos. También os intentarán convencer de que no sabéis como funciona el mercado y de que les hagáis caso a ellos, que son los que saben de qué va esto. Todo acompañado de una dosis de desmotivación y de pérdida de confianza en vosotros mismos. Si alguien que alguna vez os quiera contratar, tanto si es para un puesto en plantilla como para un proyecto freelance, pronuncia alguna de estas expresiones, os recomiendo sinceramente que salgáis corriendo lo más rápido que podáis.

Nota: Todas las citas que figuran en el presente documento son reales y verídicas, recopiladas por una servidora durante el ejercicio de su profesión. Os lo juro por Snoopy. De verdad de la buena.

1. «Como estás empezando, no puedo ofrecerte una tarifa más alta».

Variaciones: «Deberías ser más flexible en este mercado tan competitivo». | «Es que hemos tenido que aceptar unas tarifas muy estrictas para conseguir este proyecto». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Evidentemente, que bajes tu tarifa para obtener mayores beneficios como intermediario.
Desmontando la teoría: Primero, voy a dejar clara una cosa: si un intermediario ofrece tarifas bajas, no lo hace solo a ti porque seas novato, sino que ofrece las mismas tarifas a todo el mundo. Segundo, lo más probable es que, como intermediario, se esté llevando, como mínimo, beneficios del 100 % con respecto a la tarifa del traductor; es decir, que si solo te pueden pagar 0,04 € por palabra, da por hecho que al cliente le están cobrando como mínimo 0,08 €. En resumen, te podrían pagar más, pero no les da la gana porque son unos usureros.
La solución más acertada: «Claaaaaaro. Y por una bolsa de pipas, te lo revisa mi loro».

2. «No vas a llegar a ninguna parte si solo traduces 3000 palabras al día».

Variaciones: «400 palabras por hora las traduce un monje copista medieval». | «Los traductores profesionales hacemos hasta 1000 palabras por hora. Pero con que tú hagas 800 me vale». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Que traduzcas a más velocidad para tener más beneficios en un menor periodo de tiempo. Obviamente, la calidad del resultado no importa. Véase el siguiente punto.
Desmontando la teoría: Traducir 400 palabras por hora es un ritmo más que digno. Traducir 800 palabras por hora es producir una mierda pinchada en un palo. Cualquier traductor de calidad intermedia (ya no hablo de magníficos traductores) te dirá lo mismo que te digo yo: es imposible traducir esa bestialidad de palabras y crear un producto digno. ¿Será casualidad que todos los que te piden que lo hagas son los mismos que pronuncian las otras seis frases que menciono en esta entrada?
La solución más acertada: «Ah, lo siento, creo que te has equivocado de persona. Yo es que hago buenas traducciones».

3. «No pasa nada si la traducción no está perfecta».

Variaciones: «Es que si nos ponemos a mirar que no haya ningún error, no cumplimos con el plazo de entrega». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Que te dé tiempo a traducir esas 800 palabras por hora.
Desmontando la teoría: Sí pasa algo si la traducción no está perfecta: que tu traducción es mala, lo que te convierte, automáticamente, en un mal traductor. Ningún buen traductor da prioridad, jamás, a la cantidad sobre la calidad.
La solución más acertada: «Así no me extraña que te paguen esas tarifas tan bajas...».

4. «El mercado está así: lo tomas o lo dejas».

Variaciones: «Es lo que hay». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Meterte presión para que aceptes un trabajo con unas condiciones inaceptables.
Desmontando la teoría: Sí, es lo que hay: agencias cutres que no respetan a sus traductores. Pero no es lo único que hay. Puedes aceptar sus condiciones y trabajar para esta gentuza. O puedes buscar buenos clientes, que los hay a patadas.
La solución más acertada: «Sí, por desgracia el mercado está repleto de malas agencias, como la tuya».

5. «Tendrías que darme las gracias de que te esté ofreciendo esta oportunidad».

Variaciones: «Tal y como está el país, no deberías ni planteártelo». | «¡Encima que te estoy formando!». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Una relación de dependencia, a lo síndrome de Estocolmo.
Desmontando la teoría: No deberías nunca darle las gracias a quien te está explotando. Y por supuesto que no te está formando: ya te has formado en cuatro años de universidad, gracias.
La solución más acertada: «Gracias por mostrarme a qué tipo de gente debo evitar».

6. «Los profesores solo os meten pájaros en la cabeza».

Variaciones: «Salís de la universidad pensando que esto es el país del arco iris». | «Alguien os tiene que quitar todas esas ideas tontas de tarifas altas y palabras por día de la cabeza». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Que pierdas todos los principios en los que te han formado para adoptar las malas prácticas laborales que te quieren inculcar.
Desmontando la teoría: Primero, alguien que quita la razón a un profesor que, probablemente, cuente con más logros en unos años de los que conseguirá él en toda su vida queda totalmente desacreditado.
La solución más acertada: «Hmmm, pues no sé yo de quién fiarme más, si de un doctor en Lingüística que ha trabajado en instituciones europeas durante 20 años o de un traductor fracasado que ahora solo se dedica a la gestión de proyectos de su cutre agencia».

7. «Cuando tengas más experiencia, ya me darás la razón».

Variaciones: «Tú no tienes ni idea de esto. Hazme caso a mí que tengo 15 años de experiencia». | «Así no vas bien, Sara; así no vas bien».
Qué pretenden conseguir: Que creas a pies juntillas todas las mentiras que te están contando.
Desmontando la teoría: Cuantos más años de experiencia tengas, más cuenta te darás de que tú tenías razón y no ellos.
La solución más acertada: «Venga, vale. Nos vemos dentro de unos añitos y ya te cuento, si eso. Ta luego».

Y, probablemente, me haya dejado muchas más perlas que mi subconsciente ha decidido olvidar, posiblemente por vergüenza ajena ante el hecho de que puedan existir individuos de esta calaña en el mercado de la traducción, la mayoría de los cuales son también licenciados en Traducción e Interpretación, pero que se encargan de socavar esta profesión que tanto adoramos. Los buenos empresarios de la traducción, esas agencias que se convertirán en buenos clientes, jamás pronunciarán ninguna de estas frases, porque respetan a sus traductores. Recordad que un cliente que no os respeta, que no reconoce la dificultad y el mérito de nuestra profesión, es un mal cliente, a quien hay que evitar, porque no os traerá nada bueno. ¿Os han dicho a vosotros alguna vez perlas como estas?

sábado, 3 de agosto de 2013

Los 20 errores más comunes entre traductores principiantes (parte 2 de 2)

¿Os gustó la entrada anterior? Pues aquí van los errores del 11 al 20, pero no por ello menos importantes. ¡Tampoco cometáis estos!

11. Trabajar gratis.

Como algunos comentabais en la entrada anterior, puede parecer de sentido común, pero no lo es tanto. Conozco de primera mano a «traductores» (o, mejor dicho, a licenciados en Traducción e Interpretación) que están trabajando gratis y no precisamente para entidades benéficas, sino para empresas que se lucran con su trabajo. Todo por una simple carta de recomendación. Ni un solo céntimo reciben a cambio. Ni que decir tiene que esto no tiene ni una mínima consecuencia positiva para vosotros. Ni desde el punto de vista del aprendizaje (si no os pagan tampoco van a hacer el esfuerzo de corregiros los errores, así que no vais a aprender nada), ni desde el económico (si habéis trabajado para esa empresa de gratis, ni que se os pase por la cabeza que van a mandaros un trabajo en el que os paguen: ¿para qué van a pagaros si ya saben que trabajáis gratis?), ni siquiera desde el de la experiencia laboral (poner en vuestro currículum que habéis trabajado gratis para una empresa no hará más que dañar vuestra imagen; pensadlo un momento: trabajar gratis significa que no hay ninguna empresa que quiera pagaros por vuestro trabajo, lo que no dice mucho a favor de la calidad de vuestras traducciones). Si no tenéis necesidades económicas y os sobra el tiempo libre, y necesitáis rellenar currículum como sea, haced traducciones voluntarias para entidades benéficas y sin ánimo de lucro: os dará experiencia, cartas de recomendación muy valiosas, prestigio y, lo que es más importante, gratificación con vosotros mismos.

12. Bajar las tarifas a petición de los clientes.

Los que empiezan trabajando gratis suelen, a continuación, trabajar por 0,02 € por palabra. Aunque os parezca que trabajar con unas tarifas tan bajas os proporcionará trabajo, nada más lejos de la realidad: yo cuando tengo que buscar colaboradores para otras combinaciones lingüísticas, automáticamente desecho a aquellos que tengan tarifas inferiores a 0,05 €. ¿Por qué? Porque, para los buenos clientes, una tarifa baja significa que tu trabajo no es lo bastante bueno como para pedir una tarifa mayor. Si queréis trabajar para buenos clientes, estableced tarifas decentes; si queréis trabajar para malos clientes, allá vosotros, pero luego no os quejéis de que no os pagan...

Pero si hay algo peor que establecer tarifas bajas, eso es bajar vuestras tarifas a petición del cliente. Si bajáis vuestra tarifa porque os lo piden para un proyecto determinado, ya podéis dar por hecho que esa tarifa no va a volver a subir en la vida. De hecho, es posible que incluso para proyectos posteriores os vuelvan a pedir que la bajéis de nuevo. Ante clientes así, os voy a dar un truquito. Si os oléis que es un cliente que va a regatearos la tarifa, partid de una tarifa inicial algunos céntimos por encima de la tarifa que os parezca adecuada. Por ejemplo, si queréis trabajar por 0,06 €, decid que vuestra tarifa es de 0,07 € o 0,08 €. Si el cliente os pide rebajarla y aceptáis (a regañadientes, que parezca que le estáis haciendo un favor enorme), esos 0,06 € le parecerán un chollazo. O lo mismo cuela y os pagan los 0,08 €.

13. No revisar las traducciones.

Odio ser revisora. Lo odio a muerte. Soy capaz de estar sin trabajar antes que aceptar un trabajo de revisión. Y si lo odio es porque la experiencia me dice que hay cantidad de «traductores» que entregan traducciones guarrindongas sin revisar, con faltas de ortografía, errores tipográficos y burradas varias. Y luego yo me como el marrón y tengo que traducir desde cero por una tarifa de revisión. Pero bueno, partamos desde el hecho de que sois buenos traductores que se toman su trabajo en serio. Aun en ese caso, todos somos humanos y nos equivocamos. Mucho. Y vamos a colar, sobre todo, errores tipográficos a tutiplén. Por eso es esencial revisar de forma exhaustiva vuestra traducción al menos una vez antes de entregarla (si lo haces dos veces, nunca estará de más). Ya no por ahorrarle trabajo al revisor, sino porque un error puede significar perder un cliente. Y eso es algo ya muy serio, sobre todo si estáis empezando.

14. No documentarse de la forma adecuada.

De hecho, la mejor solución a esto es no trabajar en ámbitos que desconocéis. Pero si os surge la oportunidad de vuestra vida, pongamos, en el ámbito de la maquinaria de producción de abonos industriales para la planta de la lechuga, no la dejéis escapar. Eso sí, aseguraos de documentaros de forma exhaustiva, de que conocéis toda la terminología y de que disponéis de un glosario de lo más completo. Un error en una traducción en ciertos ámbitos puede tener consecuencias terribles (os podría incluso acarrear problemas legales).

15. Elaborar mal los presupuestos.

Cuando a un cliente le facilitáis un presupuesto final, ese presupuesto es ya intocable. Es decir, que si se os ha olvidado decirle que el IVA no está incluido, no podéis esperar que, así de repente, acepten de buena ganar pagaros un 21 % más por vuestro despiste. Yo ya me he comido más de alguna vez el IVA porque se me olvidó incluirlo en el presupuesto (y duele muchísimo). Cuando trabajéis con empresas de la UE, acordaos siempre de preguntarles si tienen número de IVA intracomunitario y no deis por hecho que lo tendrán: en algunos países no es obligatorio declarar IVA si la empresa es lo bastante pequeña.

16. Aplicar mal el IVA.

Si lo que acabáis de leer del IVA intracomunitario os suena a chino, es que necesitáis un curso rápido de fiscalidad para traductores. Venga, va, un resumen rápido. Para clientes españoles, tanto particulares como empresas, todas las facturas van con IVA, a no ser que sean obras literarias, audiovisuales (películas, series, algunos incluyen videojuegos) o científicas (libros de temática científica) sujetas a derechos de autor. En caso de clientes de dentro de la Unión Europea (para poder trabajar con ellos, primero os tenéis que dar de alta en el Registro de Operadores Intracomunitarios del formulario 036, es gratuito y no entraña ningún papeleo extraño), si son particulares las facturas llevan siempre IVA; si son empresas, primero tenéis que aseguraros de que ellos también están registrados como Operadores Intracomunitarios (es decir, si están «EU VAT registered»); si no lo están, las facturas van con IVA; si lo están, van exentas de IVA pero en la factura tenéis que indicar su número de IVA intracomunitario (podéis comprobar si el número que os han facilitado es válido en este enlace). Si son clientes de fuera de la Unión Europea, tanto empresas como particulares, van exentos de IVA.

17. No darse de alta en el Registro de Operadores Intracomunitarios.

Al daros de alta en el registro de la Agencia Tributaria, que no se os olvide marcar la casilla del Registro de Operadores Intracomunitarios. Si no lo hacéis, no podréis trabajar con clientes de la Unión Europea y os estaréis cerrando muchísimo mercado. Si se os ha olvidado, no os preocupéis, tiene remedio. Con hacer una modificación en vuestro registro es suficiente.

18. No estar ahí cuando te llegue esa oportunidad.

Cuando estaba en segundo curso de carrera (madre mía, parezco una anciana rememorando mis tiempos mozos y solo hace algo más de tres años de esto), una tarde vino Xosé Castro a la universidad a darnos una charla a los alumnos de un curso en traducción audiovisual. De toda la charla, muy interesante, por cierto, se me quedó grabada una frase: «Probablemente, vuestra primera gran oportunidad os llegará cuando seáis el único traductor disponible». Y desde entonces me prometí que no dejaría pasar esa primera gran oportunidad porque siempre estaría disponible. Se refería a la traducción audiovisual, pero en realidad se puede aplicar a cualquier ámbito de la traducción y de la vida. Si el traductor habitual se ha ido de vacaciones, tienen que encontrar a un sustituto, y ese sustituto puedes ser tú. A mí también me habría encantado tomarme unas supervacaciones nada más terminar la carrera o irme de año sabático al extranjero o de auxiliar de conversación a aprender idiomas. Pero si no me hubiera quedado ese verano en Madrid, quizá jamás habría llegado mi oportunidad. Y sé que la auténtica gran oportunidad está todavía por llegar. A veces merece la pena hacer un pequeño gran esfuerzo por lo que verdaderamente te importa y si no te pegas el viaje de tu vida hasta uno o dos años después de terminar los estudios tampoco pasa nada. Ya llegará el momento en que puedas hacerlo. Pero tu gran oportunidad solo pasa una vez en la vida.

19. No hacer nada durante los periodos entre proyecto y proyecto.

¿Cuando creéis que tengo tiempo para escribir este blog? En esos días en los que no me llega nada de trabajo. No tener nada que traducir no significa que, si no te llegan proyectos, tengas que estar ocioso. Es habitual entre los traductores que podamos estar varios días sin recibir encargos y existen multitud de formas de convertir esos días en algo productivo. Por ejemplo, haciendo las tareas de gestión y contabilidad que no has podido hacer durante el resto de la semana (yo he llegado a acumular hasta una decena de facturas sin registrar por falta de tiempo; bueno, por algo de vaguería también), buscando oportunidades de trabajo, actualizando tu currículum y tu carta de presentación, o haciendo traducciones para tu portfolio. No desaproveches esos días libres para hacer esas cosas que tan falta hacen: luego te arrepentirás cuando te lleguen todos los trabajos de golpe y no tengas tiempo para nada más.

20. Creer que ya se sabe todo.

Un traductor jamás deja de aprender día tras día. Y eso que yo, siempre que puedo, aprovecho para dejar claro todo lo que aprendí en la carrera gracias a mis fantásticos profesores del CES Felipe II, que me formaron como traductora e intérprete, desde los primeros cursos de Lengua Española (y ese descubrimiento de las comillas latinas) e Inglés (cada vez que oigo en la tele que traducen «porter» por «portero», me acuerdo de esos exámenes de Lengua B Aplicada) hasta nuestros últimos meses como aprendices de traductores en Traducción Directa (mi asignatura favorita de la carrera, me pasaba la semana deseando que llegara el jueves por la tarde) e Interpretación Simultánea (siempre recordaré la adrenalina de la primera vez que entré en una cabina). Pero la formación de un traductor no termina ahí. Ya no hablo solo de cursos y másteres, sino de lo que se aprende ejerciendo de traductor. Siempre hay que estar abierto a aprender cosas nuevas, porque ese es el día a día de un traductor. No os rasguéis las vestiduras por tener que preguntarle algo a un colega, o por tener que estudiar una materia que os resultaba desconocida, o por que os corrijan un error en una traducción. Cada día aprenderéis algo nuevo que, probablemente, nunca olvidaréis.