Lo que más sorprende a muchos que no están involucrados en el mundo de la traducción es el buenrollismo del que hacemos gala los traductores e intérpretes entre compañeros de profesión: ayudarnos a progresar, apoyarnos en momentos difíciles, mandarnos trabajo entre nosotros, darnos consejos sobre determinadas cuestiones... Todo esto es parte de la vida de un traductor autónomo, ya que las relaciones entre compañeros del gremio son algo habitual. Sin embargo, esto es algo que muchos, fuera de la industria, no logran comprender: ¿son compañeros o son competencia? Es de entender que, desde otras profesiones menos colaborativas, miren este compañerismo con incredulidad: al fin y al cabo, el mundo se está volviendo cada vez más competitivo y, en algunos ámbitos, parece que para conseguir el éxito es imprescindible destruir a la competencia. Pero esto no sucede en la traducción. La inmensa mayoría de los traductores profesionales son colaborativos y están siempre dispuestos a ayudar a los colegas, muchos de los cuales se acaban convirtiendo en amigos. Es habitual que nos ayudemos entre nosotros en caso de que tengamos dudas de cualquier tipo sobre la profesión, que colaboremos en proyectos laborales o que, incluso, invirtamos parte de nuestro tiempo en ofrecer, de forma gratuita, consejos a los que están empezando. Sin embargo, hay algunos traductores que no piensan lo mismo: para ellos, el resto de traductores somos competencia.
Es fácil distinguir a los «traductores competencia» de los «traductores compañeros»: son aquellos que raramente se relacionarán con otros traductores (a menos que sean amigos que ya conocían de antes), no suelen acudir a congresos ni a sesiones formativas (suelen creer que ya lo saben todo, así qué, ¿qué pueden aprender de otro traductor cualquiera?), no forman parte de asociaciones de traductores, no participan en listas de correo o foros sobre la profesión (y, cuando lo hacen, es solo para levantar polémica o ser la voz discordante), no ofrecen su ayuda a traductores noveles y jamás harán nada que pueda redundar en beneficio de otros traductores que no sean ellos mismos. Además, son incapaces de alegrarse ante el éxito ajeno (y lo atribuirán al enchufe, a la suerte, a la prepotencia o a las malas artes) y de reconocer el fracaso propio (que se deberá a la mala suerte, a que les tienen manía o a que todo el mundo menos ellos no tiene ni idea).
Los que estáis empezando es probable que no hayáis tenido la oportunidad de conocer a traductores competencia, pero seguro que sí os suena la figura del «estudiante de traducción competencia». No sé vosotros, pero yo, durante mis años de universidad, conocí a magníficas personas que se convirtieron en grandes amistades, pero también a algunas de las mayores arpías que mis ojos han tenido la desgracia de ver. ¿Os suena? Gente que era capaz de poner zancadillas incluso a sus propios amigos para que estos suspendieran un examen, hasta el punto de ir a pedírselo a profesores, como si los aprobados se fueran a agotar. Cuyos peores enemigos eran, simplemente, aquellos que sacaban mejores notas que ellos. Que odiaban a aquellos a quienes les apasionaba lo que estudiaban. Que eran incapaces de ofrecer ayuda a nadie, ni siquiera a sus amigos, para que estos no hicieran un mejor examen que ellos. Que lo hacían todo a escondidas para evitar compartir sus escasos momentos de éxito con alguien. Gente a quien le corroía la envidia al observar el éxito ajeno. ¿Qué tipo de traductores creéis que serán ahora? Bueno, en caso de que lo sean, porque este tipo de personas nunca llega a nada en la vida, y mucho menos en una profesión como la traducción, en la que vivimos del compañerismo y la solidaridad. Pues bien, esos antiguos «estudiantes de traducción competencia» son ahora «traductores competencia»: son esos de quienes los demás traductores nos quejamos porque trabajan gratis o por cacahuetes; son esos que trabajan en negro; son esos que ofrecen servicios de baja calidad; son esos que se toman tus consejos como una muestra de prepotencia. En definitiva, son esos que devalúan la profesión de traductor, simplemente porque la profesión de traductor les importa un pimiento: solo buscan su propio beneficio y solo piensan en ellos mismos. Porque los demás traductores no somos compañeros: somos competencia.
Pero, por desgracia para ellos, no podrían estar más equivocados. ¿Hasta qué punto es competencia un traductor con distintas combinaciones lingüísticas y distintas especialidades? De cualquier modo, incluso en caso de que ambos puntos coincidieran, está claro que, para los buenos traductores, hay trabajo siempre, pues cada vez hay más mercado en traducción y no puede traducirlo todo una misma persona. Sin embargo, es probable que los «traductores competencia» sepan que su trabajo es de tan baja calidad que la única forma que tienen de competir en el mercado es intentar destruir a lo que ellos consideran su competencia. Que no os engañen: un buen traductor no tiene competencia porque va a tener trabajo siempre, claro está, si sabe buscarlo. Y la forma de encontrarlo no es fastidiar a compañeros de profesión, ni trabajar gratis, ni reventar el mercado.
Por eso, a los que estáis empezando os recomiendo que intentéis establecer relaciones con otros compañeros de profesión. Primero, porque aprenderéis muchísimo de todos aquellos que están dispuestos a ayudaros. No os creáis menos por pedir ayuda o porque os la ofrezcan: quien lo hace no es un prepotente que quiere restregaros su éxito, sino un buen compañero a quien le apasiona esta profesión. Creedme: los prepotentes de verdad, los malos de la película, no os ofrecerán ayuda, no vaya a ser que les quitéis trabajo. En muchos casos, incluso puede que vuestros compañeros os envíen encargos que ellos no puedan hacer porque estén muy ocupados o no sean expertos en esa especialidad. Y, finalmente, cuando ya tengáis mucha experiencia, podréis ser vosotros los que impartáis clases o deis conferencias, algo que ayudará, sin duda, a vuestro desarrollo profesional. ¿Qué somos los traductores sin contactos? Absolutamente nada. Pasad de los «traductores competencia» (o, si estáis en la universidad todavía, alejaos de los «estudiantes de traducción competencia», de verdad, son malas personas), empezad a conocer gente de este mundo, escuchad a los veteranos y compartid vuestra experiencia con los noveles. Y, a los que estáis en la universidad, aprovechadla para aprender, para hacer lo que os gusta, para empaparos al máximo de lo que os enseñan. No compitáis contra nadie, excepto contra vosotros mismos, por mejorar día tras día.
Para todos, me gustaría dejar unas preguntas para el debate. ¿Creéis que existe relación entre la actitud como estudiante y como traductor profesional? Y, lo que es más importante, ¿pensáis que la postura de un traductor para con sus colegas se puede ver reflejada, de algún modo, en su ética profesional y en la calidad de sus servicios?
Los que estáis empezando es probable que no hayáis tenido la oportunidad de conocer a traductores competencia, pero seguro que sí os suena la figura del «estudiante de traducción competencia». No sé vosotros, pero yo, durante mis años de universidad, conocí a magníficas personas que se convirtieron en grandes amistades, pero también a algunas de las mayores arpías que mis ojos han tenido la desgracia de ver. ¿Os suena? Gente que era capaz de poner zancadillas incluso a sus propios amigos para que estos suspendieran un examen, hasta el punto de ir a pedírselo a profesores, como si los aprobados se fueran a agotar. Cuyos peores enemigos eran, simplemente, aquellos que sacaban mejores notas que ellos. Que odiaban a aquellos a quienes les apasionaba lo que estudiaban. Que eran incapaces de ofrecer ayuda a nadie, ni siquiera a sus amigos, para que estos no hicieran un mejor examen que ellos. Que lo hacían todo a escondidas para evitar compartir sus escasos momentos de éxito con alguien. Gente a quien le corroía la envidia al observar el éxito ajeno. ¿Qué tipo de traductores creéis que serán ahora? Bueno, en caso de que lo sean, porque este tipo de personas nunca llega a nada en la vida, y mucho menos en una profesión como la traducción, en la que vivimos del compañerismo y la solidaridad. Pues bien, esos antiguos «estudiantes de traducción competencia» son ahora «traductores competencia»: son esos de quienes los demás traductores nos quejamos porque trabajan gratis o por cacahuetes; son esos que trabajan en negro; son esos que ofrecen servicios de baja calidad; son esos que se toman tus consejos como una muestra de prepotencia. En definitiva, son esos que devalúan la profesión de traductor, simplemente porque la profesión de traductor les importa un pimiento: solo buscan su propio beneficio y solo piensan en ellos mismos. Porque los demás traductores no somos compañeros: somos competencia.
Pero, por desgracia para ellos, no podrían estar más equivocados. ¿Hasta qué punto es competencia un traductor con distintas combinaciones lingüísticas y distintas especialidades? De cualquier modo, incluso en caso de que ambos puntos coincidieran, está claro que, para los buenos traductores, hay trabajo siempre, pues cada vez hay más mercado en traducción y no puede traducirlo todo una misma persona. Sin embargo, es probable que los «traductores competencia» sepan que su trabajo es de tan baja calidad que la única forma que tienen de competir en el mercado es intentar destruir a lo que ellos consideran su competencia. Que no os engañen: un buen traductor no tiene competencia porque va a tener trabajo siempre, claro está, si sabe buscarlo. Y la forma de encontrarlo no es fastidiar a compañeros de profesión, ni trabajar gratis, ni reventar el mercado.
Por eso, a los que estáis empezando os recomiendo que intentéis establecer relaciones con otros compañeros de profesión. Primero, porque aprenderéis muchísimo de todos aquellos que están dispuestos a ayudaros. No os creáis menos por pedir ayuda o porque os la ofrezcan: quien lo hace no es un prepotente que quiere restregaros su éxito, sino un buen compañero a quien le apasiona esta profesión. Creedme: los prepotentes de verdad, los malos de la película, no os ofrecerán ayuda, no vaya a ser que les quitéis trabajo. En muchos casos, incluso puede que vuestros compañeros os envíen encargos que ellos no puedan hacer porque estén muy ocupados o no sean expertos en esa especialidad. Y, finalmente, cuando ya tengáis mucha experiencia, podréis ser vosotros los que impartáis clases o deis conferencias, algo que ayudará, sin duda, a vuestro desarrollo profesional. ¿Qué somos los traductores sin contactos? Absolutamente nada. Pasad de los «traductores competencia» (o, si estáis en la universidad todavía, alejaos de los «estudiantes de traducción competencia», de verdad, son malas personas), empezad a conocer gente de este mundo, escuchad a los veteranos y compartid vuestra experiencia con los noveles. Y, a los que estáis en la universidad, aprovechadla para aprender, para hacer lo que os gusta, para empaparos al máximo de lo que os enseñan. No compitáis contra nadie, excepto contra vosotros mismos, por mejorar día tras día.
Para todos, me gustaría dejar unas preguntas para el debate. ¿Creéis que existe relación entre la actitud como estudiante y como traductor profesional? Y, lo que es más importante, ¿pensáis que la postura de un traductor para con sus colegas se puede ver reflejada, de algún modo, en su ética profesional y en la calidad de sus servicios?